FALLECE JOSÉ GÓMEZ ASENCIO, MEDALLA DE LA CIUDAD DE ESTEPA EN 2016

Gomez Asencio

FALLECE JOSÉ GÓMEZ ASENCIO, MEDALLA DE LA CIUDAD DE ESTEPA EN 2016

#Alcaldia 20/03/2022

JOSÉ JESÚS GÓMEZ ASENCIO (Estepa, 1953 - Salamanca, 2022)

Gomez Asencio

Hoy, domingo 20 de marzo, cuando el día llega a su fin, recibimos la triste noticia del fallecimiento de José Jesús Gómez Asencio. Gómez Asencio fue un ilustre estepeño distinguido en 2016 con la Medalla de la Ciudad de Estepa, en su categoría de Oro, tras una vida dedicada a las letras.

Gómez Asencio, fue catedrático de la Lengua Española en la Universidad de Salamanca desde 1989, entidad a la que llegó como estudiante en 1976, se doctoró en 1980 y de la que llegó a ser rector. Su paso por la prestigiosa universidad le llevó a desempeñar muchos cargos en todo el escalafón académico: estudiante; becario de investigación; penene; profesor adjunto; catedrático; director de cursos internacionales; vicerrector, rector e investigador.

Su trabajo como investigador de la lengua y su aportación al español, le valió su nombramiento en diciembre de 2015, como académico correspondiente de la Real Academia Española (RAE) por la Comunidad de Castilla y León. La vasta nómina de trabajos publicados e investigaciones sobre el espeñol, avalaban ese nombramiento. 

José nació un mes de mayo de 1953, en el piso alto del edificio de las antiguas “escuelas pías”, hoy Museo Padre Martín Recio de la entonces calle Ancha. Sus padres, Juan Antonio Gómez Romero y Pastora Asencio García, llegaron a Estepa a finales del año 1948, con sus dos hermanos mayores, Eduardo y Antonio. El padre, Juan Antonio Gómez, vino a ocupar la plaza, aprobada por oposición, de “jefe de los Mmnicipales”, cargo y puesto que marcó en cierto modo a la familia, pues como el mismo Gómez Asencio, recordaba en su discurso de aceptación de la medalla de la ciudad, “…siempre fuimos el jefe, la mujer del jefe y los hijos del jefe…” Después pasó a vivir en la calle Veracruz, primero en la casa del número 153 y posteriormente en la número 33, su último domicilio en nuestra ciudad.

Realizó sus estudios elementales en las denominadas “escuelas de arriba” y más tarde en los “frailes”. Después marchó a Sevilla y finalmente acabó en Salamanca, donde ha fallecido.

Desde el Ayuntamiento de Estepa queremos hacer llegar nuestro más sentido pésame a su viuda, Eulalia Bombarelli y a sus hijos.

Recordamos aquí un extracto de su discurso del 30 de mayo de 2016, en la casa de la cultura Miguel de Cervantes, tras ser distinguido con la Medalla de la Ciudad:

Si fuera verdad –lo que no creo– aquello que formuló Leolpoldo María Panero en El desencanto de que “en la infancia vivimos y después sobrevivimos”, si eso fuese
cierto, habría vivido en Estepa, y llevaría meramente sobreviviendo desde que salí de aquí.

Pero no es así afortunadamente. He vivido mucho e intensamente en Estepa: la escuela primero aquí mismo (en las entonces llamadas escuelas de arriba) y luego en los frailes; pasar allí de la clase chica a la clase grande; los terribles fríos húmedos invernales al entrar y salir de la cama; el tener por fin un termo de butano que liberaba a mi madre de tener que andar trasegando los sábados por la tarde con calderos de agua calentada en la cocina para bañarnos; el olor a canela, a almendras y avellanas, a especias y a horno de leña por todo el territorio urbano durante tres meses del año, y eso sin contar con los ochíos, las madalenas o los roscos trenzaos de la semana santa y (nunca entendí por qué) solo de la semana santa; el coro en los frailes por las tardes antes de clase y los conciertos de la misa del gallo; los fósiles del paraje del depósito del agua; el Tomillar, la Raja Gilena o el Tajo Montero; los Canterones y sus conchas marinas; los espárragos amargueros; los viernes santos; las cañitas de Cruzcampo por todos los bares habidos y por haber; la llegada de la televisión y el vaso de gaseosa por una peseta para poder verla sentadito en la taberna de Torrehnito, ahí cerca del Llanete, donde ponían los cacharritos de feria; los primeros amigos memorables y sempiternos, y la felicidad de estar con ellos haciendo o diciendo cualquier cosa (Enrique [Alés], Guillermo [Iriarte], Paco [Prieto]); las clases particulares de los veranos y la delicia de gastar en lo que yo quisiera y sin rendir cuentas a nadie el dinero que con ellas me ganaba. Paro aquí. No puedo seguir. Mi lista estepeña no podría caber en este discursito, y todos tenemos, además, cosas que no se pueden declarar en público. Yo creo que puedo afirmar que fui feliz en este pueblo medio sevillano medio cordobés.